SERÁ POR NUESTRO BIEN


SERÁ POR NUESTRO BIEN
Parashat: Tzav
Rabino: Amram Anidjar Sh”lita
Una vez hice un ejercicio con varias personas y les pregunté: Supongamos que Dios te dice que se quiere ir de vacaciones, dos meses y que fuiste el elegido a dirigir el mundo ¿qué harías tú, en esos dos meses, para arreglar el mundo?
Uno me respondió haría que las guerras finalizaran. El segundo me dijo que curaría a los enfermos. El tercero me dijo que haría rico a los que son pobres. Así, sucesivamente, cada uno de ellos dio diferentes propuestas de cómo arreglar al mundo. Cuando finalizaron todos de hablar, les dije que el ejercicio fue una trampa para ellos. Ya que ellos mismos, en otras palabras dijeron que el mundo, tal y como está ahora no está bien. Es decir, que para ellos Dios no está haciendo su trabajo eficientemente. La verdadera respuesta, a esa pregunta, debía haber sido: Yo dejaría al mundo tal y como es, ya que si así lo predestinó Dios, seguramente es por bien.
En el tratado de Taanit 24b del Talmud, vemos este mismo concepto, desarrollado. Una vez fue Rabí Yosi a visitar a Rabí Itzjak Ben Eliashib, le comentó que como sus suegros eran muy ricos, lo molestaban mucho. Entonces Rabí Itzjak rezó porque esa familia se hiciera pobre. Después de un tiempo, volvió Rabí Yosi a donde Rabí Itzjak y le dijo que desde que sus suegros se hicieron pobres, lo molestaban aun más. Entonces volvió a rezar porque se hicieran ricos. Continúa la Guemará relatando otra anécdota. Vino un hombre a donde Rabí Itzjak y le dijo que su esposa era demasiado fea. Rezó porque se hiciera bonita. Al tiempo volvió el hombre a la casa de Rabí Itzjak y le dijo que desde que rezó por su esposa, los problemas aumentaron. Entonces rezó porque volviera a ser como antes. Posteriormente, vinieron dos jóvenes que le dijeron que rezara para que ellos se hicieran más sabios e inteligentes. Les respondió Rabí Itzjak que él no se iba a encargar más de cambiar la naturaleza de las cosas, que ya estaba preestablecida por Dios.
Aprendimos de esta Guemará que Rabí Itzjak, al principio, pensó que unos pequeños cambios en la vida de la persona, no le harían daño y lo ayudarían. Pero cuando cambió dos veces las cosas, se dió cuenta de que realmente lo que hace Dios es porque así debe de ser. Por eso la tercera vez no quiso cambiar nada.
Nadie en este mundo puede entender los motivos de Dios, por los que hace las cosas. Ni siquiera Moshé Rabenu, que era el hombre que más cerca estuvo de Dios y le preguntó: -Odani Na Et Darkeja- -Enséñame tus caminos- ( ) -Madúa Tzadik Veraa Lo Rashá Vetob Lo- - Por qué al justo le va mal y al malvado le va bien- ( ).
Le respondió Dios: -Raita Et Ajorai Upanai Lo Yirhú- -Viste mi espalda, pero mi cara no verán- ( ). Explican los comentaristas que -mi espalda- se refiere a lo que viene después y -mi cara- se refiere a lo viene antes. Es decir, Dios le respondió a Moshé que lo que está pasando, lo entenderemos mucho tiempo después, pero nunca lo entenderemos antes.
Muchas veces nos ocurre que pasa algo no muy agradable, pero después de un tiempo decimos que gracias a Dios que fue de esa manera y no de otra peor.
En nuestra Parashá vemos el sacrificio de agradecimiento que se ofrecía a Dios. Dicen nuestros sabios que en el futuro, con la llegada del Mashiaj, se anularán todos los sacrificios menos el de agradecimiento, porque en esos días todo se verá tan claro, que veremos cuánto bien nos hizo Dios, al hacernos pasar por momentos de pérdidas económicas, de familiares queridos o por sufrimientos corpóreos y será cuando le agradeceremos por todo.
Debemos saber que arriba se encuentra un padre que nos quiere y no que nos odia. Somos como los niños que tienen fiebre y el padre viene a darle una medicina amarga para curarlo. Muchas veces no entendemos que las cosas amargas nos curan y pensamos que es porque nuestro padre nos odia, no tiene piedad con nosotros, no le es suficiente con los dolores de cabeza, con la fiebre, que encima nos da una medicina amarga.
Por eso nosotros en Pesaj bendecimos, por la lechuga amarga, aludiendo a que también por las cosas amargas hay que bendecir a Dios. Tal y como dice el tratado de del Talmud, la persona tiene que bendecir por las cosas malas, al igual que bendice por las cosas buenas, ya que no existe lo malo, lo único que hay es bueno que se ve como bueno y hay bueno que aparenta ser malo.
Hay una anécdota sobre Rabí Akivá ( ). Una vez estaba viajando de una ciudad a otra y cuando estaba a punto de entrar a la ciudad, se cerraron las puertas y no le dio tiempo de entrar en ella para acomodarse en una posada, comer bien y dormir cómodamente. No tuvo otra opción que dormir bajo un árbol, junto a su burro y su gallina. Encendió una vela para estudiar mientras le llegaba el sueño. De repente vino un león y se comió a su burro. Después vino un zorro y se comió a su gallina y un viento sopló y se apagó su vela. En ese momento Rabí Akivá no entendía nada, no sabía por qué Dios le había quitado a su burro, a su gallina y a su única luz para seguir estudiando. Al rato, vinieron unos ladrones que pasaron a su lado y no se dieron cuenta de su presencia. Entonces agradeció a Dios porque si hubiera tenido al burro, a la gallina y la vela encendida, de seguro que lo hubieran robado y hasta matado. Después se enteró que estos ladrones llegaron a la ciudad, robaron, destruyeron y mataron a mucha gente; entonces volvió a agradecer a Dios por no haber entrado a tiempo a la ciudad.
Una vez, un rabino muy justo en Israel, me contó lo siguiente, que me gustaría compartir con ustedes. Nuestras almas, mientras dormimos, suben a los cielos a rendir cuentas ante Dios. Según nuestros actos, Dios nos propone varias cosas, nuestra alma escoge la mejor de las ofertas y eso es lo que nos ocurre el día siguiente. Es decir, que todo lo que nos ocurre, nosotros mismos lo escogimos, porque nuestra alma entendió que eso era lo mejor que nos podía pasar.
Por ejemplo, cuando una persona sale rápido, muy temprano en la mañana a trabajar, de repente se le pincha un caucho, y se molesta. Lo que él no sabe es que en el próximo semáforo le iba a ocurrir algo no tan agradable, ni para él, ni para su familia y su alma, la noche anterior, le pidió a Dios que se apiadara de él y que en el semáforo de antes, se le pinchara un caucho para que no ocurriera esa tragedia predestinada. Entonces, Dios que es tan piadoso, lo complace y le hace el favor. Cuando se le pinchó el caucho, este hombre se enfureció y se quejó de Dios: ¿Por qué a mí, si yo soy bueno? ¿Por qué a los malvados no les pasa esto?
Eso no es correcto, Dios nos está haciendo favores y nos quejamos de ellos, mientras deberíamos de agradecerle por todo. Por eso nos dicen nuestros sabios que en, el futuro, el sacrificio de agradecimiento no se anulará. Hoy en día que no tenemos sacrificios debemos de agradecer a Dios, a través de los rezos, -Mizmor Letodá- -Cántico de agradecimiento- -Modim Anajnu Laj- -Te agradecemos-, etc. gracias por todo, gracias por lo bueno y por lo malo que en realidad es bueno.
Para culminar, debemos saber que nos llamamos Yehudim, que venimos de Yehudá, ¿Por qué específicamente de Yehudá y no de Shimón? Pudimos haber sido llamados Shimonim, Zebulonim, etc. pero el motivo principal por el que nos llamamos Yehudim, es porque Yehudá viene de la palabra Hodayá, o sea agradecimiento. Es decir, que todo judío debe agradecer constantemente a Dios, tanto en las buenas como en las no tan buenas.
Dios lógicamente que nos quiere y todo lo que hace es como el padre que cura a su hijo.
-Por eso Dios, te escribo en estas líneas, en nombre de todos, gracias por todo, gracias por lo bueno y por lo que no parece ser tan bueno. Gracias a tí, Padre, que tantos nos quieres y nos amas.-

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