¡ES UNA NIÑA!

Nace una niña. Un férreo nexo se suma a la orgullosa cadena que comenzó con nuestras matriarcas Sará, Rivká, Rajel y Leá. Una niña que crecerá para ser una mujer responsable de asegurar la continuidad de la esencia misma del judaísmo. Pues el carácter judío es determinado por la madre; un niño es judío, según la ley de la Torá, cuando su madre es judía.
Aunque no hay tiempo estipulado para celebrar el nacimiento de una niña, es apropiado hacerlo cuando la familia es bendecida con una hija.
Mucha gente se pregunta por qué las niñas judías no llevan la señal del Pacto sobre sus cuerpos como sucede con los varones. Después de todo, si la circuncisión es un aspecto tan importante del judaísmo, no sorprende la pregunta: ¿No debería tener también la mujer una señal perpetua sobre su cuerpo?
Nuestros Sabios explican que la mujer judía nace como si ella ya estuviera circuncidada, es decir, libre de impureza (recuérdese que "pureza" e "impureza" son estados espirituales que nada tienen que ver con situaciones de higiene). Hasta que éste no ha sido apartado, el cuerpo es incompleto. A ello se debe que no demos nombre a los varones sino hasta después del Brit Milá (la circuncisión): para que su nombre no esté "vinculado" a la impureza.
Por supuesto, si Di s lo hubiera deseado, podría haber creado al hombre ya circuncidado, completo, pero El quiso que fuéramos nosotros quienes completemos nuestros cuerpos, una acción que simboliza el requerimiento de nuestros constantes esfuerzos a fin de perfeccionar nuestras almas. Aunque hayamos nacido con un alma con la capacidad de ser "santa", concretar ese potencial exige un esfuerzo constante; "circuncidar" nuestra alma, de alguna manera, para limpiarla de toda impureza.
La afirmación del Talmud en el sentido de que una niña es considerada circuncisa implica que viene al mundo un alma más perfecta que la del hombre, un alma que por naturaleza está más próxima a la Divinidad.
Tener una niña es, por lo tanto, una ocasión de felicidad inmediata; ella nace con un potencial espiritual que no requiere de "circuncisión", y de inmediato se le da un nombre, para ser contada entre los integrantes del pueblo de Israel. Con la ayuda de Di-s, crecerá para convertirse en uno de los pilares que sostienen el mundo, parte de los cimientos de la nación judía entera, a medida que construye su propio hogar en base a los valores éticos de la Torá.
Pero por ahora, ella será para ustedes, sus padres, una fuente de alegría, un invalorable tesoro para encantarlos con sus sonrisas y brindarles calidez con su afecto.

¡ES UN VARON!

Tu bebé es un varón y con su entrada al mundo viene la oportunidad de observar las profundas tradiciones y mandamientos que lo vinculan con su patrimonio judío desde una edad temprana.
Es un tiempo de muchas ocupaciones para ti, acogiendo esta nueva llegada al redil judío. Un tiempo que proporciona una riqueza de experiencias maravillosas sobre las cuales construir el futuro.
Ocho días después de su nacimiento, ha llegado el momento de iniciar a tu hijo en la relación especial del judío con Di-s. Ya desde Avraham, el primer judío, cada varón judío ha afirmado su lado del pacto eterno con Di-s establecido mediante la circuncisión, como se ordena en la Torá (Génesis 17:10 12).
Cuando Ishmael, el hijo de Avraham, entró en el pacto, el muchacho había alcanzado la edad de 13 años, siendo plenamente capaz de comprender el mandamiento Divino. Estaba orgulloso de su decisión de someterse racionalmente al mandato de Di s, pero su aceptación del pacto, precisamente por ello, estaba limitada a su intelecto. Itzjak, por otra parte, fue circuncidado cuando tenía apenas ocho días de vida, un infante sin ningún entendimiento. Y su pacto trascendió toda razón y lógica.
El bebé es circuncidado antes de tener la capacidad de razonar o comprender. Esto muestra que un judío es comprometido y ligado a su Creador en la más temprana oportunidad posible y de una manera que trasciende por completo su razón y percepción.
El Brit se realiza al octavo día de producido el nacimiento del niño. Por ejemplo, si un niño nace un domingo (desde la puesta del sol del sábado hasta la puesta del sol del domingo) el Brit tiene lugar el domingo siguiente. Esto se aplica aun si el octavo día coincide con Shabat o una festividad importante (siempre y cuando el nacimiento no fue por cesárea). Si el niño no está bien de salud, está débil o es prematuro, el médico y el Mohel decidirán aplazar el Brit. Una vez que se ha demorado, no puede tener lugar en Shabat o una festividad judía.
Aunque la Torá asigna al padre el deber de circuncidar a su propio hijo, el Brit es realizado generalmente por un mohel porque la mayoría de los padres no están capacitados para llevar a cabo el procedimiento. El hombre elegido para desempeñar el Brit debe ser observante de las leyes de la Torá y temeroso de Di-s, cuya habilidad ha sido ampliamente reconocida. La práctica de que sea un cirujano (a menos de que al mismo tiempo sea un judío adecuadamente capacitado como mohel) quien circuncide al niño socava la importancia del Brit, pues el Brit es el nexo espiritual que vincula al niño con Di-s.
Además del mohel, el Sandek (o Sandak, entre los sefaradím) quien sostiene al bebé durante la circuncisión es comúnmente una persona tenida en alta estima por la familia o la comunidad. Los Kvater (padrinos) son la pareja que reciben al niño de su madre y lo traen a la sala donde el Brit tendrá lugar. La mujer toma al niño de los brazos de su madre y a su vez lo entrega al hombre que lo pone sobre una silla especial designada para el Profeta Elías. La tradición afirma que dar el honor de Kvater a una pareja sin hijos les confiere una bendición especial para que los tengan.
En cada Brit, el Profeta Elías es un invitado de honor. Hace muchos años, cuando un rey de Israel abolió la circuncisión, Elías clamó a Di-s que Israel había abandonado Su precioso pacto. Di-s, por lo tanto, le instruyó que estuviera presente y fuera testigo de todas las circuncisiones. Por esto, en cada Brit se designa una silla especial en su honor.
Al introducir a un niño en el pacto de la manera apropiada, le brindamos un comienzo óptimo. La circuncisión es el símbolo eterno del consentimiento del judío por subyugar los deseos de su cuerpo físico a la voluntad de Di-s. Pretende elevarlo al nivel de un ser humano que ama a Di-s y Le teme, uno que ubica a la moral por encima del apetito carnal. Mediante el Brit, el joven se identifica como judío, para siempre vinculado con la Fuente de Toda Vida.

INSIGNIA DE ORGULLO

¿Cómo llamar al bebé?
Este tema puede ser una preocupación importante para los padres, y a menudo también abuelos, durante el período que circunda al nacimiento del bebé. Se dé o no también un nombre español, los padres judíos desearán asegurar que su bebé reciba un nombre judío.
Los nuevos padres desean escoger un nombre que sea tanto significativo como agradable. La tradición nos cuenta que los padres son inspirados Divinamente cuando ponen el nombre hebreo a su niño. Por lo que una vez que la decisión ha sido tomada, pueden tener la certeza de que su elección es la correcta. La Torá y el Talmud proveen una extensa fuente de nombres para escoger. Alternativamente, puede darse un nombre tradicional en idish.
La costumbre ashkenazí es dar al bebé un nombre en la memoria de los difuntos padres, abuelos o seres queridos de uno, con la esperanza de que todos sus buenos atributos serán trasladados al infante. La costumbre sefardí es honrar a los abuelos incluso durante sus vidas dando al bebé sus nombres.
Es costumbre dar el nombre a un varón en su Brit Milá, y a una niña en la primera lectura de la Torá después de su nacimiento, un lunes o jueves, o en el primer Shabat.
El Rey David escribió en los Salmos (147:4): "El cuenta el número de las estrellas; El da nombre a cada una de ellas". Di s da nombre a cada estrella pues Le son preciadas, y del mismo modo El toma parte al darse el nombre a cada judío. Como las estrellas, no hay dos almas judías exactamente iguales. Cada uno tiene su función y mitzvá especial única en que se destaca. Cada judío irradia una luz diferente.

PIDION HABEN
Redención del Primogénito

Originalmente, a excepción de los elegidos de la Tribu de Leví para servir como kohaním (sacerdotes), los primogénitos varones de todas las doce Tribus de Israel fueron consagrados para desempeñar los deberes sacerdotales. Luego, sin embargo, esta función les fue quitada, excepto a Leví. Por lo tanto, el primogénito de cualquiera de las demás tribus deber ser redimido de su deber de servir en el sacerdocio. Si el niño es el primogénito de su madre y nacido de la manera usual (no mediante cesárea) se observa el Pidión HaBén a menos que su padre sea un Kohén o Leví o su madre sea hija de un Kohén o Leví.
El Pidión HaBén tiene lugar el día 31 después del nacimiento del bebé. Si esta fecha coincide con Shabat o una festividad, se aplaza hasta el día siguiente. El padre escoge un Kohén observante y erudito para redimir a su hijo primogénito. Se prepara una comida festiva, y después de la bendición sobre el pan el padre presenta a su hijo al Kohén diciendo: "Mi esposa me dio este hijo primogénito". El Kohén contesta: "¿Que prefieres, a tu primogénito o cinco monedas de plata?"
Después de confirmar sus intenciones de conservar a su hijo, mientras entrega cinco monedas de plata o su valor equivalente al Kohén, el padre recita dos bendiciones. El Kohén recita entonces una bendición sobre un copa de vino y la celebración continúa.

CONSTRUYENDO PARA EL FUTURO

Incluso en la matriz, las experiencias del bebé derivan de las de la madre. El bebé es nutrido por el alimento que su madre come, afectado por lo que su madre hace, ve y oye. Luego, cuando se corta el cordón umbilical, el bebé todavía es emocionalmente parte de la madre. Por eso, todo aquello a lo que un niño es expuesto, primero desde su concepción, y luego desde los primeros días de su vida, es importante.
Esta es la actitud de la Torá en cuanto a la crianza de un niño judío. Se puede crear un ambiente judío con las canciones de cuna cantadas al infante, con las historias que se le cuentan, con las imágenes que se colocan sobre la pared de su cuarto y los juguetes cuidadosamente seleccionados a su alrededor.
Antes de que te des cuenta, tu minúsculo "tesoro" estará listo para pasar parte de su día lejos de tu cuidado en la preescuela o en un grupo de juegos. Por debajo de la edad de cinco años un niño absorbe más conocimientos que en cualquier otra etapa de su vida. Los niños que aprenden canciones judías en las guarderías infantiles, historias de la Biblia, y cuyos trabajos manuales se vinculan al Shabat, las festividades próximas o las tradiciones judías, construirán impresiones indelebles asegurando que las lleven consigo a la adultez con un profundo orgullo y un cálido compromiso con los valores judíos.

(extraído de Jabad , www.jabad.org.ar).

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